El ajonjolí de todos los moles: la tía culpable
Todos tenemos a una tía metiche, ruidosa e inoportuna que siempre ocasiona problemas. Nunca ayuda en nada, pero cómo se hace presente. No me di cuenta en qué momento entró a mi vida, pero llegó y tiene llaves de mi casa; ella es tan funcional, como un globo sirve para clavar… es decir, es totalmente inútil. ¿No tienes una tía así? , la mía se llama culpa.
No te mientas, tienes una con el mismo nombre, a quien le encanta que me sienta mal por hechos del pasado que no cambiaré y que jamás podré modificar, ¡adora recordarmelos!
Puedo decir que en ocasiones la culpa es importante, a veces práctica, ya que en diferentes momentos me regaña por los errores que cometo y que están mal, funciona como una alarma de despertador que me avisa cuando alguna acción está afuera de mis valores.
Sin embargo, pienso que lo que le falta a mi tía es que me enseñe a no repetir mis errores, Pero… ¡No tiene esa capacidad!
Lo importante que debes recordar (que debemos) es: no puedes cambiar el pasado, muy seguramente cometerás fracasos, necesitarás por tu propia cuenta aprender y mejorar tus acciones, así no pueda entrar más en tu vida.
La respuesta es fácil: para que no te enferme (tal como lo hacemos con la tía chismosa de la familia), debes dejar de frecuentarla por salud propia.
Aarón Vega, Psicólogo Fundasida.