Para nosotros siempre serás Paloma, libre y valiente
You were only waiting for this moment to be free…
Por estos pasillos han desfilado un variopinto ramillete de gente, unos se quedan, otros se van, algunos se apropian de este espacio y contribuyen con su granito de arena a crear un mundo mejor. Martín fue de ellos. Un chico que recorrió un camino largo para descubrir su verdadero ser, para reconocerse. Su llegada a la Fundación Mexicana de Lucha Contra el Sida fue marcada con una prueba reactiva al VIH que lo catapultó a encontrarse, en un contexto familiar a quien no le gustaba ni su identidad sexual, ni su diagnóstico.
Primero se convirtió en voluntario, hacía diversas tareas, ya sea ayudar con la limpieza o apoyar con la entrega de las muestras al laboratorio. En aquel tiempo no existían las pruebas rápidas, ni ligeros piquetes en un pulgar, sino que se extraía un tubo de sangre, que sería centrifugado para su análisis y Martín se encargaba de llevarlas, de ser el mensajero.
Y con el tiempo, inició su transición y su proceso de hormonización, se dejó crecer el cabello, su gran orgullo y Paloma nació. “Te voy a hacer que lo escribas 100 veces, para que te acuerdes que así me llamo”, decía encabronada por si se te olvidaba.
Para ella, su trabajo de mensajera no sólo le había dado el nombre, sino que significaba un verdadero compromiso, no importa que estuviera cansada, que se hubiera desvelado por una fiesta, o hubiera ido a Garibaldi a suspirar con sus soldados, no fallaba, al igual que su sonrisa.
Sus amigos la recuerdan siempre contenta, presumiendo su largo cabello, y cuando llegaba en ropa deportiva para cambiarse y usar sus bonitos vestidos, contando sus amoríos con militares que incluían un mini taller sobre el uso adecuado del condón. “Ya deberían darme una constancia”, pedía al director en turno.
A ella no le importaba las inclemencias, o la falta de dinero, porque tenía sus reservas de shampoo para mantener su cabello hermoso y largo como le gustaba.
Pero la enfermedad, el tiempo y los pocos avances médicos la llevaron a que su salud mermara y que su familia, a su modo, se encargara de ella. Le cortaron su cabello, le quitaron el nombre, y más tarde la enterraron como el cascarón de Martín, alzando plegarias por un hijo y metiendo a Paloma debajo del tapete, porque si no lo dices no existió.
Aquí, te seguimos recordando, tus performance de Gloria Trevi, escuchamos tu coqueto taconeo, tu risa, tus bromas y tus regaños. Dicen que las personas no mueren hasta que se les olvida, hasta que alguien deja de pronunciar su nombre, para nosotros siempre serás Paloma, aquella que vuela valiente hacia su libertad.
Paloma, in memoriam...